miércoles, 3 de junio de 2009

Entre artistas y discográficas

La artista revelación del 2008 Russian Red (Lourdes Hernández) saltaba a la agenda de los medios esta semana por afirmar “sentirse engañada por su actual discográfica”. La madrileña, actual musa del folk y cabecilla de la nueva generación indie que arrasa en nuestro país, ha declarado que Eureka, su actual compañía discográfica, ha estado tomándole el pelo.

En los últimos meses eran varios los rumores que la situaban ante un eventual salto a la multinacional EMI. Aunque hasta ahora nada se ha confirmado ni desmentido. Lo único oficial es que Russian Red se siente estafada por su discográfica.

Actualmente la música en nuestro país vive un cambio generacional con myspace como telón de fondo. Una oportunidad que el marketing musical no ha dudado en aprovechar y enaltecer las bondades de las redes sociales de Internet; en este soporte la idea a vender es sencilla: cuelgas tus temas en myspace y el boca-boca hace el resto.

Eureka es una compañía independiente que lanza muy pocas producciones al año. Y el éxito de Russian Red ha sido para esta pequeña empresa una espléndida noticia que le ha aportado prestigio. Pero, según parece, en los tiempos que corren, el prestigio no supone ingresos económicos.

El primer disco de Russian Red, producido por Brian Hunt, ha vendido unas 20.000 copias, una cantidad bastante considerable para una compañía tan pequeña como Eureka. Su álbum debut, “I love your glasses” recibió tres Premios de la Música y también colaboró en la banda sonora de “Camino”, de Javier Fesser. De esta forma, con todos estos datos resulta difícil creer que Lourdes sea la culpable de las pérdidas de Eureka.

Sea como sea, la relación entre músicos y discográficas no atraviesa su mejor momento. Hace poco era el artista Danger Mouse quien pedía a su público descargarse el disco de Internet “como sea”. En España también hemos visto cómo el grupo de hip hop madrileño “La Excepción” demanda a su discográfica por diversos abusos. Algo similar a lo que le ha ocurrido a Russian Red, la nueva víctima pública de la industria de la música.