“El fauvismo no era una invención, no era una actitud, sino una forma de ser, de pensar, de respirar”, así definió el francés Maurice Vlaminck (1876-1958) la corriente artística que le convirtió, según el marchante galo Ambroise Vollard, en uno de los “fauves más radicales”. Esta afirmación queda justificada en la primera exposición de este autor en España, ‘Maurice Vlaminck, un instinto fauve’, situada en el Caixa Forum madrileño hasta el próximo 7 de junio. La muestra exhibe 90 obras del periodo más creativo e innovador del artista (1900-1915), manifiesto de su “radicalidad".
Un laberinto con única entrada y salida, la misma. Imposible perderse. El intrépido se adentrará en este escenario para descubrir qué descansa en sus muros blancos. Cómo ir de un pasillo a otro se lo indicará el dueño de este enredo: Maurice Vlaminck, que espera a la entrada de ‘Maurice Vlaminck, un instinto fauve’ con su autorretrato, una de sus primeras obras de 1900.
El francés, fumando una pipa, invita al visitante a conocer sus obras y el espectador, que es intrépido, no duda en aceptar la invitación.
El rostro de Vlaminck, ligeramente deformado y con arrugas propias de haber aplicado pintura directamente del tubo, es característico del estilo que diferenció al francés de todos sus predecesores postimpresionistas: Van Gogh, Gauguin, Singac, Serrat y los nabis, entre otros. Los gestos expresivos, la intensidad y la provocación son las otras tres técnicas que le sirvieron para distinguirse de esta generación.
El visitante comienza su recorrido con Vlaminck observando las primeras obras conocidas del francés, que datan de 1900. El fauvista explica a su invitado que fue a partir de 1904 cuando decidió radiar de luz a sus obras y aplicar sobre el lienzo colores puros, brillantes y eléctricos.
Retratos, bodegones, flores en jarrones y paisajes franceses, tales como ríos con veleros, campos y parques, son los temas predilectos de Vlaminck durante estos primeros años.
La siguiente parada de este recorrido es el rincón en el que el fauvista recopila la cerámica diseñada por el francés André Metthey y que Vlaminck pinta fiel a su estilo. El marchante Ambroise Vollard es quien invita a todos los artistas de su galería a trabajar con este ceramista. Vlaminck es el que más producciones hará con el moldeador, aproximadamente 150 piezas, y el que más tiempo se dedique a esta disciplina hasta más allá de 1910.
El visitante podrá observar algunos de los jarrones y platos de Metthey pintados por el fauvista con figuras humanas, animales, flores y motivos geométricos. Los trazos que Vlaminck realiza sobre estas cerámicas son estilizados, rápidos y virtuosos.
El francés también decoraba fuentes, juegos de té o café y botones. Su técnica se adapta fácilmente a las formas evocando en ocasiones un grafismo que debe mucho al interés del artista por el arte primitivo, que descubre en 1905 cuando encuentra por azar las primeras piezas de una colección que completará a lo largo de su vida. Algunas de ellas también se encuentran en el laberinto del fauvista.
Mientras el espectador observa estas cerámicas, escucha algo que parece francés. Vlaminck lleva al visitante al siguiente rincón del recorrido. Una mujer francesa, la comisaria de 'Maurice Vlaminck, un instinto fauve', habla sobre la vida del fauvista a través de una pantalla.
Frente a la proyección, tres bancos están ocupados por otros exploradores, muy atentos. Unos subtítulos en castellano facilitan la comprensión del vídeo, de mucha utilidad para entender mejor lo que los cuadros de Vlaminck quieren decir.
Después de 1904-1905, periodo en el que Vlaminck hizo una producción abundante caracterizada por el fulgor cromático de su paleta, el artista siente la necesidad de ir más allá de la utilización del color puro porque ya no le satisface, exactamente a partir de 1907.
En esta nueva etapa el pintor abandona la perspectiva y trata la profundidad a través de la superposición de planos. Los lienzos de Vlaminck se vuelven oscuros, aunque no renuncia a la utilización puntual del bermellón o a la vibración de un amarillo puro.
Después de este paseo por los años más oscuros entre 1900 y 1915 de Vlaminck, el fauvista acompaña al visitante al último espacio del laberinto, anejo a la salida. En esta dependencia, Vlaminck ofrece asiento al espectador en unas mesas sobre las cuales se encuentran libros de fauvismo y de su obra, es la pequeña biblioteca del anfitrión.
Vlaminck se despide del visitante y le anima a que se quede leyendo. El artista no puede quedarse con él porque tiene que invitar a más intrépidos visitantes a entrar en su laberinto. Vlaminck, comienza de nuevo a fumar la pipa y se dirige a la entrada-salida. El paseo vuelve a comenzar para quien se atreva.
Dónde: Caixa Forum: Paseo del Prado, 36. 28014. Madrid
Cuándo: Hasta el 7 de junio, de lunes a domingo de 10 a 20h.
Precio: Entrada gratuita.
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